
El olvido al que ha sido relegada la antigua ciudad de Vijayanagara alcanza incluso a su nombre. Hoy es conocida como Hampa, localidad donde se ubican sus ruinas y cuyo templo de Virupaksha es un importante centro de peregrinación hindú. Hampa se encuentra en medio de un paisaje de peñascos de granito ocre y cargado de simbolismo religioso. En torno a ella y la ciudad fortificada de Anegondi, la estirpe hindú de los Sangama fundo la capital de un imperio que domino el sur de India entre los siglos XIV y XVI.
En el primer tercio del XIV, los ejércitos de los sultanes de Delhi invadieron la meseta del Deccan y el sur de India. Tras ocupar Anegondi en 1336, el sultán Mohamed tughlaq nombró gobernador de la ciudad a Harihara, hijo de Sangama, quien ya había sido anteriormente jefe local en Anegondi. Las revueltas de los súbditos musulmanes hicieron caer al sultán, y Harihara aprovechó el vació de poder para reafirmar su autoridad en la zona. Junto a sus hermanos, reconquistó los territorios en poder de los musulmanes y extendió rápidamente su área de influencia. Pocos años después, frente a Anegondi, Harihara fundo Vijayanagara, la ciudad que se convertiría en la capital del nuevo imperio y de la que este tomaría su nombre. Vijayanagara, que significa ciudad de la victoria, inmortalizaba así el triunfo militar de los Sangama.
Durante la segunda mitad del siglo XIV, bajo los reinados de los hermanos de Harihara, el imperio controlo todo el sur de India y Vijayanagara creció hasta absorber a Hampa. Las murallas de la ciudad sacaron partido de las ventajas defensivas del rocoso paraje, al tiempo que el río protegía la parte norte y suministraba el agua necesaria para la agricultura y el uso domestico. En el corazón de la urbe amurallada los reyes de la dinastía Sangama construyeron sus palacios, templos privados y las plataformas y galerías para las ceremonias reales.
En la primera mitad del siglo XV la ciudad amplió sus límites. Se erigieron nuevas murallas y puertas defensivas y Vijayanagara se convirtió en la capital de la India meridional. Acogió a gentes de todo el imperio, incluso a jainitas y musulmanes (el jainismo es la segunda religión que se originó en India), y su reputación como gran metrópoli prospera y poderosa atrajo a numerosos visitantes extranjeros. De esta época datan las cuadras de elefantes, la mezquita y el barrio musulmán.
En el tránsito de los siglos XV y XVI se paralizó la construcción de nuevas edificaciones debido a la instauración de dos dinastías nuevas, la Saluva y la Taluva. Durante la primera mitad del XVI, Vijayanagara vivió su mayor periodo de expansión. Se proyectaron nuevos barrios y grandes complejos de templos, como el dedicado a Vitthala, y el templo de Virupaksha en Hampi fue renovado y ampliado.
El eterno conflicto con los reinos musulmanes asentados al norte de Deccan, conocidos como los sultanatos de Deccan, se intensificó con los Teluva. En 1565, el ejército de Vijayanagara sufrió una catastrófica derrota ante las tropas aliadas de los sultanatos en la batalla de Talikota, a unos 100km al noreste de la capital. El Rama y su corte huyeron de Vijayanagara, dejando la ciudad a merced de los invasores, quienes la saquearon y arrasaron por completo a lo largo de seis meses. A pesar de que el imperio sobrevivió durante cien años más, su decadencia resultó inexorable y la capital original nunca fue reocupada ni reconstruida. Anegondi y Hampa siguieron habitadas.
Vijayanagara fue visitada por persas y europeos, que legaron para la prosperidad ricos retratos de la vida en la capital durante el siglo XV y la primera mitad del XVI. En sus crónicas hablan de las espectaculares ceremonias del festival anual de Mahanavami y los bazares, templos y palacios de la ciudad, algunos de los cuales todavía pueden identificarse. Su descripción de las tradiciones históricas ha ayudado a reconstruir la cronología de Vijayanagara, mientras que la relación de las piedras preciosas, telas y otros productos de lujo que se vendían en sus mercados da fe de su importancia como centro comercial.
El primer visitante extranjero fue el italiano Nicolo Conti, que llegó a Vijayanagara hacia 1420. En su diario menciona las fortificaciones de la ciudad y los miles de hombres que componían el ejército del rey. Veinte años después la visitó Abdul Razzaq, un enviado del sah de Arabia, de donde los reyes de Vijayanagara importaban caballos. Razzaq presenció diversas ceremonias reales y el festival de Mahanavami. Una vez se hizo con el control del comercio de los árabes tras colonizar Goa a principios del siglo XVI, los mercaderes portugueses acudieron con frecuencia a la capital.
Domingo Paes recaló en Vijayanagara en la segunda década de este siglo. En su crónica ofrece una amplia descripción de las murallas, puertas, calles, mercados y templos más importantes. También narra los preparativos del festival de Mahanavami, que, según cuenta, comprendía numerosos desfiles de elefantes y caballos, tropas y mujeres, así como partidos de lucha libre, fuegos artificiales y otros espectáculos.

El eterno conflicto con los reinos musulmanes asentados al norte de Deccan, conocidos como los sultanatos de Deccan, se intensificó con los Teluva. En 1565, el ejército de Vijayanagara sufrió una catastrófica derrota ante las tropas aliadas de los sultanatos en la batalla de Talikota, a unos 100km al noreste de la capital. El Rama y su corte huyeron de Vijayanagara, dejando la ciudad a merced de los invasores, quienes la saquearon y arrasaron por completo a lo largo de seis meses. A pesar de que el imperio sobrevivió durante cien años más, su decadencia resultó inexorable y la capital original nunca fue reocupada ni reconstruida. Anegondi y Hampa siguieron habitadas.
Vijayanagara fue visitada por persas y europeos, que legaron para la prosperidad ricos retratos de la vida en la capital durante el siglo XV y la primera mitad del XVI. En sus crónicas hablan de las espectaculares ceremonias del festival anual de Mahanavami y los bazares, templos y palacios de la ciudad, algunos de los cuales todavía pueden identificarse. Su descripción de las tradiciones históricas ha ayudado a reconstruir la cronología de Vijayanagara, mientras que la relación de las piedras preciosas, telas y otros productos de lujo que se vendían en sus mercados da fe de su importancia como centro comercial.
El primer visitante extranjero fue el italiano Nicolo Conti, que llegó a Vijayanagara hacia 1420. En su diario menciona las fortificaciones de la ciudad y los miles de hombres que componían el ejército del rey. Veinte años después la visitó Abdul Razzaq, un enviado del sah de Arabia, de donde los reyes de Vijayanagara importaban caballos. Razzaq presenció diversas ceremonias reales y el festival de Mahanavami. Una vez se hizo con el control del comercio de los árabes tras colonizar Goa a principios del siglo XVI, los mercaderes portugueses acudieron con frecuencia a la capital.
Domingo Paes recaló en Vijayanagara en la segunda década de este siglo. En su crónica ofrece una amplia descripción de las murallas, puertas, calles, mercados y templos más importantes. También narra los preparativos del festival de Mahanavami, que, según cuenta, comprendía numerosos desfiles de elefantes y caballos, tropas y mujeres, así como partidos de lucha libre, fuegos artificiales y otros espectáculos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario